20 de abril de 2012

Consulte a su medico o farmacéutico


Ayer estuve de nuevo en el pediatra con la bebé. Nada grave, ya se sabe, cosas de niños. El típico catarro primaveral de niña de guardería. Me resistía a llevarla al pediatra. Desde que nació ya he perdido la cuenta de cuántas veces hemos ido al médico. Y eso que es una niña sana, que come bien y siempre está de buen humor! Pero entre las visitas de las que llaman "de niño sano", las vacunas, las dermatitis, alergias, conjuntivitis, toses y mocos… Mi marido se ríe y dice que le vergüenza ir otra vez…que la final soy la típica mamá pesada que durante años he dicho que no sería… Él es más de "dale flumil" y listo!

Vale, lo acepto soy una mamá pesada, pero es que mi pobre bebé tiene mucha tos y unos mocos terribles….y no duerme…y claro si no duerme ella tampoco duermo yo… y ya llevamos tres noches así…

(Hay que decir que mi querido marido lleva toda la semana fuera de la ciudad por trabajo. Pobrecito, nos echa tanto de menos…qué penita me da…duerme bien, tiene tiempo para tomar una cervecita al acabar el día… con lo que le gustaría estar aspirando moquitos con este aparato infernal).

No soy tan fuerte como pensaba y la insistencia de mi madre pesa como una losa. "Mira, que te lo digo otra vez, y no es por insistir, pero yo la llevaría al pediatra", "que se le va a agarrar al pecho y luego es peor", "tú escucha a tu madre que tiene más experiencia"…

Además no me gusta medicar al bebé así, sin más, bajo mi criterio. Y es que yo no tengo criterio, soy madre primeriza y no calculo bien la intensidad de la tos, ni la dimensión verdosa de los mocos de mi hija.

Al final cedí a la presión y me planté de nuevo en le pediatra.

Efectivamente la cosa no revestía mayores problemas y casi tuve la impresión que el médico me decía que para esto no hace falta venir.

Diagnóstico: catarro de vías altas.
Tratamiento: flumil (cuando lo dijo en mi mente veía a mi marido reírse y decirme: "ves, te podías haber ahorrado un viaje") y una gotitas para evitar la tos nocturna.

Como de flumil tenemos reservas para los próximos diez años (su padre se lo enchufa "la peque" en cuanto tiene la ocasión), bajo a la farmacia presurosa a comprar las gotitas. Al menos el médico le ha mandado algo que antes no sabíamos. "Menos mal que he ido" pienso ingenua de mí. 

Como soy una cumplidora de normas, nadie se extrañará si confieso que soy de las que se leen los prospectos. No sé para qué, la verdad. Debe ser porque tengo una hermana farmacéutica y valoro su trabajo y sus años de estudio hasta la madrugada.

Leo claramente que la gotas no se deben administrar a menores de 2 años. Y entonces, qué hago? Pues consulto con mi farmacéutico (como nos dice el anuncio), es decir, en mi caso, llamo a mi hermana. Le cuento la discrepancia y me dice "ya, pasa a veces, si lo dice el médico.."

Y yo continúo "si lo dice el médico, qué?

"Pues eso, que le hagas caso a él"

"Entonces, paso de los prospectos?"

"Bueno mujer, yo no he dicho eso, siempre debes leerlos y seguir sus indicaciones"

Pues vaya confusión. Yo consulto a mi médico y a mi farmacéutico y se contradicen.

Al final, voy a optar por la automedicación, que es lo que dicen que no hay que hacer, pero que parece ser lo más razonable.

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